Quiero verte brillar de cerca…

o reflexiones a partir del 40 aniversario de El Aviador Dro y sus Obreros Especializados y la publicación de Anarquía científica.

Ahora que lo pienso, yo era un jebi muy rarito. Sobre todo por esa tendencia de serme infiel a mí mismo a golpes de tecno-pop… Porque ¿cómo explicárselo si no a ese mi yo de 13/14 años que era capaz de emocionarse de igual manera con The Number of the Beast, No Sleep ‘till Hammersmith, Saints & Sinners, Live Evil o Volumen brutal que con Architecture and Morality, Dare, La noche, Quartet o los singles de Soft Cell y Depeche Mode? Fue quizá la primera de las muchas -y necesarias- contradicciones de mi historial melómano. Y luego estaba lo de Aviador Dro

Recuerdo perfectamente el impacto que supuso la llegada a mi vida de ese vinilo de Alas sobre el mundo que, por cierto, no sé dónde acabó… aunque tengo una leve sospecha. Por desgracia, no recuerdo exactamente cuándo ni cómo. Debió ser por esa misma época que reflejo en el primer párrafo, dado que se editó en 1982. Supongo también que, como otros muchos vinilos editados por Movieplay, lo debió traer mi padre a casa sin saber muy bien lo que era… ni lo que estaba desencadenando. (Resulta que por la fecha, según mi padre, esto no es posible. Así que me temo que sigo sin recordar cómo llegaron a mi vida esas Alas sobre el mundo).

SÍ: el caso es que estos cabrones me volaron la cabeza desde el minuto uno. A ver, esto era distinto a los otros tecnopops más comerciales que he mencionado más arriba. Desde ese surco me asaltaban sin filtro ni mucho conocimiento previo -por mi parte, digo- su actitud punk, la conexión indeleble con las vanguardias políticas, filosóficas y artísticas de principios del 20, esas experiencias en el Ateneo Libertario de Prosperidad y su contacto con la primerísima ola de la Movida o la inmersión en las músicas de -los para mí entonces desconocidísimos- The Residents, Devo o Can… sin olvidar a Kraftwerk, de quienes -como mínimo- ya había escuchado en la radio Pocket Calculator.

Imaginen: era un abismo la distancia entre dejar caer la aguja del tocadiscos en el larguísimo solo inicial del Prepárate de Obús y hacerlo en esa algarabia sintética de Brigada de demolición que abre la cara A –derribar para construir / destruir para edificar– y me dejó perplejo ipso facto. Recuerdo también mi fascinación al escuchar ese momento exacto en el que un ritmo espasmódico se congela ante cuatro notas de sintetizador -órgano, debía decir yo por aquel entonces, claro- que a su vez son el pórtico a ese glorioso estribillo monocorde de la televisión es nutritivaaaaaaa. O cómo me hizo reír esa versión del jingle del Corte Inglés llamada Sintonía de la moda estandarizada que inaugura la cara B. Otras cosas, en cambio, se me escapan: ¿Cómo reaccioné ante los chirridos galácticos y los robóticos coros femeninos de Cita en el asteroide Edén? ¿Me acomodarían el cerebro -no nos engañemos del todo, ya algo proclive a estas poluciones gracias a artefactos como El libro rojo del cole– la propia Brigada de demolición o La cicatriz en la fábrica roja para asimilar mejor las fábulas marxistas que me iban a contar Los electroduendes de La bola de cristal apenas dos años después?

Tampoco olvido que Alas sobre el mundo incluye la versión original de esa obra maestra de la (contra)nostalgia retro (ultra)futurista llamada Selector de frecuencias que saltó al mainstream un año después con revisión y producción de Julián Ruiz. Y que esa nueva versión marca el preciso y agridulce momento en el que mis Aviador Dro ya fueron de todos y se asimilaron de alguna manera a los -también muy queridos, ojo- Azul y Negro o -si me apuran- Mecano. Quizá algo murió en mi corazón de batidora en ese instante -el primero de otros muchos golpes de ese estilo que llegaron y llegarán después, inevitablemente-, pero también fue reconfortante comprobar cómo lo que era de alguna manera mi secreto -al menos eso pensaba mi yo de 14/15- podía, de repente, ser compartido por tantos.

Dudo si el siguiente Momentazo Aviador ocurrió así en realidad… o es fruto de mi mente hiperactiva. Según lo recuerdo, debió ser en 1987. En el programa televisivo Por la mañana, presentado por Jesús Hermida, las entonces conocidas como Chicas Hermida -(la abominable mujer de las) Nieves Herrero, Irma Soriano, Consuelo Berlanga…- y la más talludita María Teresa Campos. Creo recordar que fue esta última la que presentó -sin saber muy bien qué hacía, ni mucho menos quienes eran- a unos Aviador Dro especialmente rebeldes que atacaron con furia punk el playback de la muy agresiva La única solución es la venganza. Y sí, amiguitos: la venganza fue también nuestra solución. La liaron muy parda y -en mi memoria- La Campos recogió entre confusa y aterrada el testigo para pasar a vaya usted a saber qué mierda de contenido…

Quizá para comprobar la veracidad de esto último debo hablar con mi querida Patricia Godes -ella también recordaba los carteles gigantes del metro con la escandalosa portada del Lovesexy de Prince, editado apenas un año después del momentazo, en 1988, y de los que hablé por aquí cuando le perdimos-; más que nada porque ella es la coordinadora de esa deliciosa y harto recomendable Anarquía científica en la que estoy inmerso y que quizá me dé el dato buscado; es decir, el libro de 560 páginas con el que La Felguera conmemora -desde la fruición, el detalle y el mucho amor- los cuarenta años de vuelo. Patricia es además compañera en M21 Radio (hasta que nos dejen) y yo, por cierto, dediqué uno de mis Madridiscos para Madrid con los 5 Sentidos, no a Alas sobre el mundo sino a su siguiente y aún más completo disco: Síntesis. Podéis escuchar y descargar el programa justo debajo.

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Después de esos años de aviador novato he seguido cultivando con cabezonería mi amor por el grupo: viéndolo en directo en varias ocasiones -a destacar la del Segundo Simposium Tecno, por ese repertorio especialmente viejuno y primerizo que me dio un excelso placer-; comprando las exquisitas reediciones de (PIAS) de Alas sobre el mundo y Síntesis, ese delicioso vinilo doble de color rojo editado por Elefant -me consta que Luis Calvo es fan irredento del grupo- o ese recopilatorio de maquetas y tomas primerizas Vano temporal, algo así como el Hardcore de Devo, cuya música áspera, fría y primitiva me hizo mucho bien hace 6 años para suavizar lo del ERE. Y… sí, por supuesto (como no), ya tengo mi entrada para el concierto de despedida de la gira del 40 Aniversario, el 14 de diciembre en Ochoymedio. Además, si todo va bien, el grupo -y responsables de Anarquía científica– serán protagonistas de una o dos entregas de Estéreo360º allá por octubre.

Enamorarse de Aviador Dro es mucho, mucho más que hacerlo de un sonido, de su música: es hacerlo del concepto, la mutación, el humor, las proclamas y manifiestos, la imagen, la lucha y agitación constantes, de una coartada intelectual verdadera y un manifiesto artístico integral… es casi una forma de vida: permitir que el entusiasmo desborde a la tristeza. Involucra a una estructura compleja de estímulos que puede llenar y dotar de sentido a más de 500 páginas de un libro, a 40 años de (r)evolución sonora… o a mi afán inagotable por conocer, trascender, disfrututar y vivir. ¡Gracias por tanto, Aviador! ¡Viva la revolución dinámica! ¡Acción contra tradición! ¡¡¡MUERTE AL PASADO!!!